jueves, 3 de abril de 2008

Poemas de J. M. Rilke Versión: Juan Calzadilla De:Vergers

1
Esta tarde mi
corazón hace cantar

A ángeles que se
recuerdan.

Una voz, casi mía,

Por demasiado
silencio tentada

Sube y se decide

A no regresar.

Tierna e intrépida,

¿A qué va ella a
unirse?



2
Todo sucede apenas
como

Si se le reprochase
a la manzana

Estar lista para
comer.

Pero quedan otros
peligros.


Como el de dejarla
sobre el árbol,

Como el de
esculpirla en mármol

Y el último, el
peor:

el de quererla en
cera.



4
Si se canta a un
Dios,

Este Dios nos entrega su silencio.

Ninguno de nosotros
avanza

Sino hacia un Dios
silencioso.


Este imperceptible
canje

Que nos hace
estremecer

Deviene la heredad
de un ángel

Sin pertenecernos.


Pequeña cascada


Ninfa, vistiéndose
siempre

Con lo que la
desnuda.

¡Cómo tu cuerpo se
adorna

Para la orilla
redonda y ruda!

Sin reposo, tú
cambias de traje

Y también de
caballera.

Detrás de tanta
fuga, tu vida

Queda presencia
pura.


7

Puesto que todo
pasa, yo paso.

Hagamos la melodía
pasajera.

Aquella que nos
tranquiliza

Tendrá nuestra
aprobación.


Cantemos a lo que
nos abandona

Con amor y arte.

Seamos más rápidos

Que la veloz
partida.



Rosa



Yo tengo tal
conciencia

De tu ser, rosa
completa,

Que mi
consentimiento te confunde

Con mi corazón de
fiesta.



Yo te respiro como
si tú fueras,

Rosa, toda la vida.

Y yo me siento el
amigo perfecto

De una tal amiga.



Retrato interior



No son los recuerdos

Los que en mí te
entretienen.

Tú no eres más mía

Por el poder de un
bello deseo.



Lo que te vuelve
presente

Es el retorno
ardiente

Que una ternura lenta

Describe en mi
propia sangre.



Yo estoy sin
necesidad

De verte aparecer:

Me basta tan sólo
nacer

Para perderte un
poco menos.

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